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martes, febrero 27, 2007
Aborrezco el artificio.
Detesto el montaje de una fiesta oficial en la que el concepto "popular" es asimilado al de "concurrencia", la ideologización arbitraria de una etnia plural es encasillada en una fórmula folclórica maloliente y el interés económico es disfrazado de interés cultural (¡ja!) y por ende, turístico.
Entre el realismo sin magia (léase vírgenes de las carretillas, san martines pasteurizados, viñas romantizadas, inmigrantes sin elección y cosechadores golondrina mal pagados) y el simbolismo más rastrero (léase falsa devoción, nacionalismo hipócrita, inclemencias climáticas y pura avaricia empresarial), la fiesta discurre entre la autocensura y la falta de imaginación, la obligación civil y la pauta mediática.
Mientras es televisada en directo a todo el país y la prensa extranjera se extasía frente al exotismo (o sea, periodismo triple XXX), ninguna bodega, nunca, pone dinero real. Ni siquiera para figurar. Esto debe ser leído como un significante de fondo.
Detesto las puestas en escena acríticas. La Fiesta de la Vendimia es una mentira. La Fiesta de la Vendimia es un concurso de conveniencia política. La Fiesta de la Vendimia es una obligación en el calendario oficial. De popular no tiene nada. Para los mendocinos no es una causa, es el entretenimiento de la temporada febrero/ marzo.
La carita bonita con/ sin cerebrito que resulta Reina de la Vendimia es tapa dos días al año en Mendoza. Después, desaparece debajo de la corona. No existe. Claro que "sirven" para el bordado berreta de esa intra historia vendimial que los medios necesitan, se empeñan en rescatar (no hay otro verbo) año tras año.
La Fiesta de la Vendimia es como sus fuegos artificiales. Pura forma sin fondo.
Publicado por Patricia Rodón