Quédate en el cielo, amor,
no bajes.
Aquí abajo los grises,
son tan grises
que, de algún modo gris,
van a ultrajarte.
Y sos tan linda allá,
tan nomeolvides,
-simple ademán de madre
por el aire-
que si caes, amor,
con la ternura
con que caen las hojas
de los árboles;
si llegas a caer,
acaso nunca
vuelvas a ser tan cielo
ni tan madre.
Déjanos a nosotros,
los humildes,
los que nunca te usamos
ni abusamos
de tu inmenso silencio
planetario,
que cuidemos la altura
donde habitas,
celestemente hermosa,
como el aire.
Déjanos a nosotros.
De los otros,
es piadoso no hablarte.
Armando Tejada Gómez