Durante todo el año, mucha gente, sobre todo, o sea, solo los sectores medios y altos, esperan la llegada de las vacaciones.
Vacaciones que suponen un impase en la vida cotidiana, un imaginar que todo será distinto después de ellas, que nos transformaremos en nuevos seres, capaces de dejar de lado nuestro costado timorato y a la vuelta seremos invencibles y arrojados como Superman después de luchar contra la criptonita.
Además, como en el hemisferio sur coinciden con el fin de año, los balances y los proyectos para el año entrante son moneda corriente y adquieren una importancia superlativa, en unas pocas palabras, “TODO SERÁ DISTINTO A PARTIR DE AHORA”….
Entonces, uno se prepara. Mental y físicamente.
Elegimos el lugar, tarea para nada sencilla, ya que implica aunar criterios y satisfacer a todos los que van a participar del merecido descanso.
Debe ser tranquilo para los estresados de la familia, divertido para los adolescentes de la familia, cerca por si van amigos y novios, hospedaje confortable, por los abuelos, no tan caro, por la inflación y los sueldos de los maestros, de los trabajadores de la salud, de la cultura….perdón ese tema pertenece al tiempo laboral, en las vacaciones se necesita mente en blanco……
Bueno, decidido a medias, partimos…
Como no caben todos los objetos que necesitamos para lograr satisfacer los deseos de cada uno, vamos en dos auto, en uno pero con carro atrás, en uno pero con el piso de arriba incluido (valijas para colocar sobre el techo o directamente bulto atado con alambre, variable esta mas frecuente), en un micro adaptado como “motor home”, en fin todo vale para disfruta a pleno. (Que no vengan los defensores del minimalismo, de la vida austera y salvaje o los partidarios del fen sui a decir que así no vale, por que no es cierto, todo vale, sobre todo si se trata de hacer, en 15 días, todo lo que soñamos y no podemos hacer durante el año).
En nuestro caso, partimos con un auto pequeño y un jeep un tanto desvencijado. A las sierras de Córdoba.
Temprano, el 1 de enero, partieron en el jeep mi esposo, mi hijo adolescente y un amigo.
Dos horas más tarde, para alcanzarlos, mis hijas, un novio, la perra, yo y una planta de albaca que siempre viaja con nosotros.
Obviamente, los pertrechos eran infinitos: máquina de coser por si alguien aprende a hacerlo, objetos de malabares, herramientas de todo tipo por si a alguno se le da por artesanear con madera, bolsos y valijas con ropa que uno no ha usado en años, pero puede adelgazar y volver a usar ese pantalón blanco que le quedaba tan lindo cuando tenía 18 abriles, instrumentos musicales que uno fue comprando a través de la vida por si justo en este enero aprende a tocar, carpa , colchonetas y bolsas por si se queda en el camino, un bidón de 10 litros por si en la ruta, que es tan solitaria, a alguno de los vehículos se le da por quedarse sin nafta, 24 libros, por que tal vez el tiempo no ayuda y no hay mas remedio que ponerse a leer, cremas, 6 bolsos con ellas, por que el sol es cada vez más dañino con esto de la capa de ozono, de la desertificación del planeta y con la tala de los bosques del Amazona, y tampoco es cuestión de envejecer 20 años en 15 días…..
Nos encontramos con el jeep apenas a 200 kilómetros de Mendoza. Sin batería, sin luces, muerto, bah.
Mi querido carga su batería con la nuestra y me dice que debe andar sin luz, pero que si nosotros vamos adelante, lo iluminaremos. Era de día, acepto.
Se descarga una lluvia torrencial. Se va haciendo de noche. La carga que “nos pidió prestada” no le alcanza, ergo debe parar y volver a hacerlo. Descubre que solo podrá continuar si no prende ninguna luz.
Seguimos. La noche negra, negrísima nos invade. Llevábamos ya 8 horas de viaje, (el mismo, en condiciones normales, dura, llegando a destino, 5 horas). El diluvio que se había desatado no cesaba y todos los pasajeros del jeep eran una esponja.
Mi benemérito, resignado a la situación, y como todo hombre al que le encanta la aventura, sin pensar en las consecuencias, con perdón del feminismo de la expresión, cantaba evocando a Cafrune, a Antonio Tormo, a Aceves Mejía. Los chicos se hacían los dormidos. No se si por temor, horror al viaje musicalizado o a los truenos, rayos y centellas que el cielo dejaba caer sobre nosotros, pobres mortales….
Nuestro auto iluminaba al de atrás….
De pronto vemos que se detiene. Un camión, muy veloz y en sentido contrario, hizo que se levantara el capo del jeep y se estampara contra el vidrio (obviamente, en tantos manoseos, no había sido cerrado como corresponde). Ellos creyeron que la furia de los infiernos de había cernido contra ellos y los había dejado ciegos, pero no, era una parte del vehiculo. Bajado el mismo ,trizado el vidrio del parabrisa del lado del conductor a raíz del impacto, se continua…..
Siendo las 4 de la mañana, la lluvia continua torrencial, no se ve nada, el perro comienza a desesperar, mis hijas hambrientas y nerviosas comienzan a consumir albaca, con el riesgo que el olor nos impida seguir viaje o por lo menos seamos víctimas de una multa por que al entrar a San Juan, existe una zona protegida contra la mosca del Mediterráneo y no se pueden llevar frutas ni verduras…
Descubrimos que el jeep no tiene limpiaparabrisas y que el conductor, además de cantar, infundir optimismo, tranquilizar mentirosamente a los chicos diciendo que un rayo no puede producir ningún daño, cuando previamente les había dicho que los podía matar, saca su manito y limpia el parabrisa con una pluma, manualmente…..
Mi hija, que en ese momento manejaba, no veía, por la intensa lluvia, al otro vehiculo (este parecía un fantasma que cada tanto, cuando mermaba la lluvia o cuando un refucilo iluminaba el infinito entero, dejaba ver su trompa) que teníamos que alumbrar…y su estado (el de la niña) era deplorable…. En un acto autoritario, histérico, temeroso, débil, miedoso, lo que gusten, dije: PAREN LAS ROTATIVAS, HASTA QUE NO AMANEZCA Y DEJE DE LLOVER, NO SEGUIMOS. Eran las 4, 30 de la mañana y llevábamos 9 horas interminables de ese viaje en el tren fantasma….
Obviamente, no pude mantener mucho tiempo mi decisión, ya que la presión de los trasladados era manifiesta, pero la lluvia mermó y pudimos continuar, llegando a las 5, 30, casi aclarando, al tan ansiado destino.
Bueno, bajar las cosas, ver que no había luz, hacer las camas, poner en algún lado la ropa mojada cuando afuera seguía lloviendo, paliar el hambre de “las bestias” con alguna fruta silvestre recogida en el camino, sin agua, buscar infructuosamente la comida del perro, disimular la cara de orto por lo que había gente de afuera y sobre todo para que novio no se crea que hija seguirá los pasos de madre, ni amigo piense que tendrá un calvario de vacaciones con semejante loca….eso, como si nada, al lado de semejante travesía!
Ahora sí, podíamos disfrutar de todo aquello que anhelamos…que soñamos….que planeamos….
Cómo, ya es febrero? Y la máquina de coser? Y los libros? Y la ropa chiquita? Y los proyectos ¿
El nuevo deseo y proyecto: que el viaje de vuelta sea, medianamente normal